A fuego lento
Cuando mis manos rozan tus poros expectantes
no eres otra que una olla de plata,
te vuelves toda de agua, toda de azúcar,
ablandada por mi fuego lento ambarino.
Con recursos de maicena y canela
te vas espesando la sangre
y en tu piel el almíbar cristalino de mi lengua
se va esparciendo con lujuriosa cadencia.
La lavadura de tus pechos se expande,
el pan mullido de tus muslos se abre,
para cobijarme en tu medianoche húmeda.
Y es entonces cuando se mezclan nuestros ingredientes
arrebatados en un horno de mil vaivenes y gemidos,
entre arreboles de placer y burbujas rellenas de suspiros.
© Nicanor García Ordiz, 2010.