Bajo los luceros, al abrigo del rocío negro, el murmullo latiendo en mi quimera, con el anhelo dilatando mis adentros. He llegado, temblando, a tu encuentro.
No me lastimes cerrándome el empeño.
Desgárrame esta condena, calcíname este castigo, arráncame las penas.
Como tú nadie sabe el acertijo de mis besos. Nadie la adivinanza de mis tactos.
No me des martirio. No más desencuentros.
Niégalos con el tacto de tus ojos, con la luz de tus dedos.
Bajo los luceros, estos primeros, de mis deseos.
© Nicanor García Ordiz, 2011.