18 noviembre 2010

Del desencanto







Llegaste lánguida, sumisa,
resuelta a acurrucarte en mí,                                  
y te emplazaste como quisiste,
y no contrapuse réplica.

Me sorprendiste deshonesta,
viniendo al encuentro excluida,
pudo más tu mísero impulso
que mi pobre resistencia.

Y ahora ya soy tuyo, tristeza. 

Y dime, que del desamor vienes,
¿qué sentido tienen
los pulsos de mis sienes,
si ella no los siente?

¿Y qué será del amor que tengo,
si aún crece más su desprecio,
para qué seguir amando?

Dímelo, tristeza, tú que vienes
del amargor, del desencanto.

© Nicanor García Ordiz, 2010.