¿Quién pondrá nombre
a las nubes rotas del verano,
a la navaja roma del fracaso,
a lo infecto que derrocha vida,
al barco anclado en el fango,
al cristal velado de las presencias,
al oír tranquilo del agua quieta?
¿Quién?
Aún no hay nombre
para el garabato del nimbo,
el cuchillo que taja carencias,
la herida ansiosa de vientos,
la estela del navío varado,
el recuerdo tras la puerta,
el lago ahogado en espejos.
No.
Por eso, quien llame
al trazo del cirro,
a la siega del desengaño,
a la esperanza del aliento,
al surcar en el vacío,
al aguardo del anhelo,
al sentido de lo muerto.
Sí.
Habrá entendido
que los halos se disuelven,
que la decepción corta,
que la existencia es breve,
que el camino se detiene,
que los recuerdos penan,
y que pararse duele.
¿Quién pondrá nombre
a lo que no lo tiene?
© Nicanor García Ordiz, 2010.