El sufrimiento me recuerda
que existe un hilo de sustancia en mí.
Tu desprecio me recuerda que
todavía sigo suspendido de ti.
La soledad me recuerda
que las lágrimas son compañía.
El desconsuelo me recuerda
que hay ángeles perdidos sin cielo.
La rutina me recuerda
que hay crepúsculos en mis retinas.
Las lagrimas me recuerdan que
las sirenas varan en mis realidades.
Tú me recuerdas
que es posible amar al desamor.
El silencio me recuerda
al espíritu opaco de mi corazón.
El dolor me recuerda que
todavía sigo muerto en vida,
pero no, no, que nadie llore por mí,
porque estoy muerto en recuerdos.
© Nicanor García Ordiz, 2010.